Una breve historia de salud mental
El día en que sonó el despertador, levanté la cabeza de la almohada y quedaron puñados de pelo en la sábana, tuve que admitir que mi start-up estaba afectando mi salud. Llevaba ya 5 años intentando sacarlo adelante, y según yo, ya había pasado por todo: experimentos fallidos, socios renunciando, prensa negativa, hasta una (pequeña) explosión en el laboratorio, donde por suerte, nadie salió herido. Después de todo eso sólo podía venir la victoria, ¿o no? No quería dudar de lo que estábamos haciendo y de la visión de la empresa. Pero ya dudaba que yo iba a sobrevivir hasta verla dar frutos.
Mi start-up se llamaba Kaitek labs. Nuestro objetivo era desarrollar un kit de detección de marea roja para impedir intoxicación y muerte por comer mariscos. Levantamos medio millón de dólares entre fondos de gobierno e inversión privada. Desde la incepción del proyecto hasta que finalmente cerramos, duramos casi siete años. Y la explosión aquella fue lo de menos.
El peso del founder
A mi parecer, todo el mundo lo pasa mal en algún minuto trabajando en un start-up. La falta de estabilidad financiera, el no saber si lo que estás construyendo realmente va a funcionar, el siempre estar dándole todo porque es un trabajo que elegiste por pasión; cada uno de estos factores es suficiente para agotar a alguien. El problema para los fundadores es que sienten todo esto, pero más encima es culpa suya. Y si tienes la mala serte de ser fundadora única, como hice yo, ni siquiera tienes a alguien con quien conmiserar. ¿Cómo vas a decirle a tus empleados que no estás segura si puedes pagarles el sueldo el mes que viene? ¿Que el runway es más corto de lo que presupuestaste? ¿Que si no pasa un milagro en noventa días hay que pensar en cerrar?
La respuesta es sencilla y terrible: No lo haces. Pasas por los momentos más bajos del viaje del emprendedor tú sola, porque comentarlo con tu equipo implica cambiarles el foco, cuando lo que más necesitas es que se concentren en seguir sacando la empresa adelante. Las victorias se celebran en equipo, las derrotas son tuyas. ¿Suena conocido?
Para cuando cerré Kaitek el 2018, ya llevaba más de un año pensando intermitentemente en si debería o no cerrar. Una de las cosas que hice fue leer autopsias que otros fundadores fallidos habían hecho de sus start-ups, y fue increíble lo mucho que me ayudó para sentir que no estaba sola, que más gente había pasado por esto y sobrevivido, y que se podía aprender del fracaso. Y era una excelente forma de tener esta sensación de compañía sin tener que molestar a la gente que trabajaba conmigo. Me ayudó un par de meses, pero cuando las cosas siguieron empeorando, ya no fue suficiente leer la historia de alguien a lo lejos. Decidí que tenía que hablarlo con alguien antes de que me volviera loca.
Café y catarsis
Una de las cosas que me mantuvo cuerda fue la red de apoyo que me había enfocado en formar durante mis años de emprendimiento. Esta red no puede ser tu mismo equipo, necesitas suficiente distancia para poder dirigir su trabajo sin agobiarlos con el tuyo. Podría ser tu familia o tus amigos, que querrán apoyarte incondicionalmente, pero probablemente no entenderán en carne propia por lo que estás pasando. La mejor opción son otras como tú: fundadoras que estén pasando o hayan pasado por los mismos problemas, que necesitan desquitarse y contarle sus penas y problemas a alguien más.
Si no conoces a más fundadoras o fundadores en tu área, puedes buscar redes locales especializadas o redes globales con capítulos locales. Redes de emprendedores, organizaciones globales como Endeavor o Girls in tech, y por supuesto, fondos de inversión dedicados a crecer ecosistemas como Savia Ventures, tienen eventos físicos y en línea donde puedes contactar con más personas del mundillo start-up que van a entender por lo que estás pasando. Idealmente, busca gente de tu disciplina específica o que esté desarrollando algo en un área similar: si estás en hardware puede ponerse un poco frustrante explicarle a alguien haciendo apps que tu ciclo de desarrollo no se mide en días.
Una vez teniendo un par de contactos, mi recomendación es que bloqueen tiempos en sus agendas un par de veces al mes exclusivamente para conversar de las cosas que están saliendo mal o las tienen preocupadas. Con una gran amiga (fundadora muy exitosa del área tech) llamábamos estas citas nuestros “café y catarsis”. No sé si logramos resolver tanto problema en esas dos o tres horas que nos veíamos al mes, pero me ahorró mucho en terapeuta.
Deporte, terapia y otras cosas prácticas
Fuera de toda broma, si tienes la posibilidad de apoyarte con terapia, lo recomiendo también. Se necesita muchísima resiliencia para sobrevivir un start-up sin secuelas mayores, y tener ayuda profesional para desarrollar herramientas que te permitan incrementarla es, como dicen los consultores, low hanging fruit.
También hay cosas prácticas que puedes incorporar en tu día a día para mantener la calma en la tormenta emprendedora. Personalmente, tener una rutina deportiva de alta intensidad que pudiera hacer antes de empezar mi día o durante la pausa de almuerzo me ayudaba muchísimo a externalizar frustraciones (gracias kickboxing), e incluso se convirtió en una gran parte de mi proceso creativo cuando me tocaba dar pitches.
Por último, y aquí estoy haciendo trampa porque esto lo aprendí años después de haber cerrado, es clave aprende a descansar. Como fundadora, mi cabeza estaba metida en mi empresa 24/7, incluso si estaba con mis amigos, en una cita, o intentando quedarme dormida. Cuando descansaba, me sentía culpable, y no descansaba nada, y terminé con un nivel de burnout que no me permitió seguir adelante. Hay que saber pausar para poder recuperarte y seguir trabajando con la cabeza más despejada, el cuerpo más recuperado, y la chispa de vuelta en el alma. Parte bloqueando espacios en tu agenda tal y como si fuera para una reunión, y oblígate a no estar en modo emprendedor por una hora. Tendrás más ánimo y fuerza para seguir cuando vuelvas.
¿Y si todo falla? Al final, sobrevives
Creo que la raíz de los problemas de salud mental que uno enfrenta como fundador – del estrés, la ansiedad, todo lo demás – viene de la misma maldita pregunta: ¿qué pasa si fallo?
No hay para qué mentir: es terrible. Personalmente, sentí que el mundo se me vino abajo. Y luego, se pasó. Rearmé mi mundo. Me reinventé. Y todo lo que aprendí durante mis años de fundadora se convirtió en una base excelente para mis siguientes desafíos profesionales, sociales, y en prácticamente todo otro sentido. Fallar no es lo peor que te puede pasar. Quizás sólo con convencernos todos de eso, la presión y ansiedad que sentimos hoy por default en emprendimiento haría menos mella, y podríamos dedicarnos con más calma a resolver los problemas que nos encantaron en un comienzo.