Cagarla con castañuelas

Disclaimer: Este artículo está basado en las charlas que di hace unos años en Fuckup Nights. Por una vez decidí darme rienda suelta y escribir como hablo, que en bueno chileno es “a chuchada limpia”. O sea que este artículo está lleno de groserías, por si el título no lo hizo explícito ya. Si prefieres leer algo más formal, la historia de la caída de Kaitek está contada en detalle en An autopsy for my first startup. Si te quedas y lees esta versión, ojalá logre sacarte una risa al menos. Gracias por leer!


Voy a partir por el final.

En enero de este año, después de 5 años, cerré mi Start-up, Kaitek. De las cosas extrañas de armar un Start-up es que todos sabemos que fallan, que según la fuente que uno vea falla el 90, 95, 99 por ciento. ¿Y qué hace uno? Bueno, se autoconvence que va a ser ese 10, 5, 1% porque si no, no hay forma de hacer todo lo que uno tiene que hacer en un Start-up: las horas interminables, la falta de sueldo, el dejar de lado todo lo coherente de la vida por una idea media ridícula porque se te ocurrió que era buena.

Estábamos desarrollando un kit de detección de marea roja. Éramos famosillos. De afuera íbamos la raja, habíamos logrado primeras ventas, levantado plata, juntado una red de contactos increíble, estábamos incluso levantando una ronda de financiamiento de como medio palo verde y teníamos ya plata comprometida. Ganábamos concursos, salíamos en prensa, yo daba charlas hasta que me cansaba. De afuera, era la típica historia emprendedora: mucha charla, mucho concurso, plata, fotos con personas bacanes. De afuera, se veía todo lindo. Todo apuntaba a que íbamos a ser ese 5, ese 1 por ciento.

Hasta que, bueno, todo se fue a la chucha. No fuimos el 5%, sino el 95%. Pero, ¿y cómo? ¿Qué pasó?

“En lenguaje de inversionista, se cerró nuestra ventana de oportunidad. Que es una manera muy elegante de decir que fuimos muy lentos.”

En lenguaje de inversionista, se cerró nuestra ventana de oportunidad. Que es una manera muy elegante de decir que fuimos muy lentos. Cuando uno está armando su nueva tecnología, no es que lo piense directamente, pero hay algún nivel de suposición donde asumes que lo que estás haciendo es tan especial y tú eres tan bacán que nadie más está haciendo lo mismo que tú. Como que el mundo se sentara y dijera “YA CABROS, TODOS DEJEN DE DESARROLLAR PORQUE LOS CHIQUILLOS DE KAITEK ESTAN ARMANDO ALGO, DENLE TIEMPO.”

Nuestra idea inicial, sigo creyendo que era buena, pero era buena para el 2012. Y cuando eso uno lo lleva a lo rápido que avanzan áreas como biotecnología, quedarse pegado intentando desarrollar eso al 2018 era como haber estado empecinado en inventar la bicicleta, que estaba bacán para 1889… Cuando ya estaba saliendo el Tesla. El resto del mundo no espera: la innovación avanza y te pasa por encima. Ese es el problema con demorarse mucho. Y hay infinitos motivos por los que me demoré tanto, pero hay 3 que quiero destacar para que se los lleven de enseñanza. Son los siguientes:

  1. Contratar solo gente sin experiencia

Como nadie sabía lo que estábamos haciendo, Kaitek tuvo que asumir el costo y tiempo de nuestra curva de aprendizaje para cosas básicas, desde establecer protocolos y tener un laboratorio funcional hasta lograr experimentos reproducibles. Tuvimos mentores y gente más senior que entró a ayudarnos con esto, pero no desde el principio (yo no escuchaba bien al principio) y tampoco con el nivel de involucramiento de alguien parte del equipo.

Aprendizaje: Hay que asumir el costo de contratar a la gente que sabe, porque sale más caro que alguien aprenda solo, y más encima se vaya después de eso. Si yo era la líder del grupo, no podía ser que el resto tuviera menos experiencia que yo, al menos al momento de fundar algo de tan alto riesgo como esto.

2. Restarme del laboratorio

Cuando se tiene un equipo altamente científico, y más encima se tiene en un ambiente cómodo (con sueldo, laboratorio equipado según lo que quieran y libertad de acción total en el laboratorio), la visión de producto no es lo que va a primar en ellos. La curiosidad científica puede ser enemiga del desarrollo de un producto. Tengo la impresión de que gastamos meses, quizás años, en experimentos “interesantes” que no llevaban directo al producto.

Aprendizaje: Como el “puente” técnico-comercial, un gerente tiene que estar metido en el laboratorio. No pipeteando, pero haciendo las “preguntas tontas” y las preguntas comerciales, como por ejemplo “cómo nos acerca tal o cual experimento a nuestro producto final”. Todo lo referido a visión de Big picture es trabajo del fundador/gerente, no se puede esperar del equipo técnico (¡no es su trabajo!), y hay que estar encima recordándolo siempre.

3. No levantar financiamiento privado a tiempo

Me escudé demasiado en financiamiento Corfo y en no diluir antes de tiempo. Esto hizo que estuviera siempre bajo los tiempos de Corfo, atrasando cosas más de lo debido, tomando gran parte de mi tiempo, y moviendo el foco a “cómo saco más fondos para seguir en lo que vamos” versus por ejemplo “cómo me vuelvo sustentable económicamente lo antes posible.” Entre eso y no tener libertad de acción con el financiamiento, se generaron espacios de meses completos donde podríamos haber avanzado más rápido y mejor con el Smart money indicado.

Aprendizaje: La plata gratis sale cara en términos del tiempo que hay que poner en ella. El no tomar un inversionista privado bueno resta credibilidad, cercanía con el mercado, experticia senior, redes de contactos para comercialización, etcétera.

Entender todos estos errores y una decena más fue un tremendo trabajo de introspección y de análisis crítico, casi clínico, de las cagadas que me había mandado. Después de la muerte viene la autopsia, dicen, así que cuando decidí cerrar Kaitek lo que hice fue escribir un artículo-autopsia explorando todo esto y contando la historia de lo que pasó. Mi idea era publicarlo en mis redes privadas, enviarlo a mis inversionistas, pedirle disculpas a las personas indicadas y cerrar el capítulo. Así, piola. Como uno suele tratar los errores. Pero como la vida es como quiere, lo que sucedió realmente fue lo siguiente:

BUENOS DÍAS, ES MIÉRCOLES 8 DE FEBRERO Y ESTÁS EN LA PORTADA DEL DIARIO FINANCIERO.

CON UNA NOTICIA A PÁGINA COMPLETA.

COMPLETA. ¿Cuándo chucha un diario en Chile había publicado algo por el cierre de un Start-up? ¿Dónde quedó mi visión súper Zen de cerrar el ciclo en privado y pasar piolita? Nada. Ahí quedó, en el papel medio naranjo ese que usa el Financiero.

Ahí sí que sentí que se fue todo al carajo. No solo todo el mundo se enteró y más encima se enteró con una versión cortada traducido a medias de lo mío, sino que para agregar sal a la herida, tuve que volver a la Universidad. A los 27 años. A tomar ramos de segundo año que me habían faltado. Pasé un semestre entero sentada al lado de cabros de la edad de mi hermano chico que habían carreteado todo el fin de semana e igual sacaban dos puntos enteros más que yo en las pruebas. En la primera interrogación me saqué un 1,6. Cuando entré originalmente a la Universidad, el 2009, en mi primer control me saqué un 1. 9 años para 6 décimas. Una cosa horrible.

Encontrarme de lleno con cosas como esa me hicieron cuestionarme todo. Hubo momentos terribles en los que pasaba tardes mirando fotos de lo que fueron mis años de Kaitek, sonriendo en una conferencia o levantando una copa o al lado de mis inversionistas, y terminaba preguntándome ¿Cómo demonios caí tanto desde ahí? ¿Quién es esa persona? ¿Qué soy yo ahora sin Kaitek?

Porque es muy fácil idealizar algo cuando uno está afuera. Porque las fotos que uno mira y las que postea son como el Instagram del emprendimiento a fin de cuentas. Uno como emprendedor está acostumbrado a postear cosas así que son el 1% de la vida, porque hay que mantener una cierta imagen de éxito y de credibilidad y quizás incluso horriblemente de glamour, y no es glamoroso postear la foto de las 3am cuando el Excel no cuadra, aunque eso sea el 99% del tiempo. Porque la verdad es que el emprendimiento en sí, no es glamoroso. Fallar no es glamoroso. Fallar es cerrar y quedar endeudado, es pedirle disculpas a los inversionistas y salir con la cola entre las piernas, es que la gente diga que eras un fraude, es tener que echar a tu gente que te apoyó en las buenas y en las malas porque creyó en ti y tú no cumpliste. Es perder el pelo, la carrera, las amistades.

Fallar es un ejercicio de humildad obligado y es una oportunidad tremenda para crecer de un paraguazo. Y fallar, fallar es normal.

Después del pánico de publicar todo esto, este fue uno de los comentarios que me llegó. Es del gerente de una de mis empresas biotecnológicas favoritas. Y como él, mucha gente salió a mostrar apoyo. Pero si buscan la publicación en Linkedin y miran los nombres van a ver algo rápido: son casi todos gringos. Porque si hay una cosa que ellos saben, es que fracasar es aprender, y casi todos en lugar de echarme para abajo, me felicitaron.

Acá en chile fue más duro. Acá no hemos normalizado el fracaso, no hemos aprendido a no esconder el error sino que a exponerlo con frialdad clínica, explorar bisturí en mano cada mala decisión y como fue conectándose poco a poco a lo que fue el error central y la cagada final y al fin, al fin, aprender. Es duro, pero si no podemos hablar de las cosas que salieron mal, vamos a seguir cagándola en la siguiente, la siguiente, y la siguiente.

¿Me tiraría a emprender de nuevo ahora mismo, a hacer un Kaitek 2.0? Todavía no. Estoy estabilizándome en temas de salud, emocionales, económicos. Si pudiera volver atrás, ¿Lo haría de nuevo? Sí, con lo bueno y lo malo y lo bello y lo pésimo, sí. ¿Lo haría distinto? Obvio que sí.

Pero no habría aprendido lo mismo.

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